‘Los residuos tienen valor’: cómo el surf ayuda a Colombia a resolver su problema de plástico


AMientras el sol matinal cae a plomo sobre la isla caribeña colombiana de Tierra Bomba, un grupo de escolares se dirige a la playa, dos de ellos con tablas de surf sobre la cabeza. Los niños, muchos de ellos descalzos, deambulan por el pueblo, también llamado Tierra Bomba, por caminos de tierra descuidados y llenos de basura, pasando por coloridas casas con techos de hojalata y tendederos improvisados.

A medida que se acercan a la playa, las espartanas casas de hormigón dan paso a bungalows con techo de palma y piscinas con vistas al mar, flanqueadas por flores de colores. Las arenas de Playa Linda están salpicadas de bares, sombrillas y tumbonas, y las aguas están surcadas por veloces motos acuáticas.

Los niños discuten con entusiasmo sobre el par de tablas de surf mientras comienzan su lección semanal. Uno intenta usar un tronco de árbol flotante como tabla improvisada.

Merk Morales, isleño de Tierra Bomba que aprendió a surfear con Amigos del Mar, lleva una tabla con aletas hechas de plástico reciclado. Al fondo se ve el skyline de Cartagena

Las clases de surf están organizadas por la fundación Amigos del Mar, un grupo local que brinda apoyo social y enseña deportes acuáticos a la comunidad mientras también aborda uno de los mayores problemas de la isla: la basura.

En Tierra Bomba, tapas de botellas de plástico, bolsas, envoltorios, juguetes y otros desechos plásticos llegan constantemente a las playas de arena blanca, donde se acumulan debido a la falta de servicios adecuados de recolección de residuos.

Amigos del Mar ha puesto en marcha el programa Olas Paz (conocido como Proyecto Olas Limpias en inglés), que transforma las miles de tapas de botellas de plástico que contaminan Tierra Bomba en aletas para tablas de surf.

Algunas de las 18 toneladas de tapones de botellas recolectadas como parte de Olas Paz

El año pasado, la organización recolectó más de 7000 tapones de botellas a través de programas de limpieza de playas y alentando a la comunidad local a que los recoja ellos mismos. Cada aleta de surf está compuesta por aproximadamente 18 tapones de botellas, triturados en pequeños trozos, luego fundidos y moldeados.

“La idea era que la gente de Tierra Bomba, que nunca había recogido basura ni reciclado, emprendiera este camino”, dice Pedro Salazar, director y fundador de Amigos del Mar. “Es difícil en comunidades con otros problemas hablar de educación ambiental y tratar de cambiar la mentalidad de las personas sobre los temas ambientales”.

Sin embargo, el atractivo del surf ayuda. Para que los niños participen en la lección semanal, deben asistir a todas las clases de su escuela (que incluyen aprendizaje sobre el medio ambiente) durante toda la semana, una iniciativa introducida para reforzar la educación local.

Juan José Silva, monitor de surf infantil y ex alumno de la fundación, comenta: “El surf ayuda mucho porque aquí hay gente que se ha perdido por malos caminos por no tener algo que les distraiga.

Magnelis Torres recibe una lección de Juan José Silva, quien fue alumno de Amigos del Mar

“En el surf se puede encontrar paz, felicidad y un poco de todo”, afirma. “Es una forma de pasar un buen rato”.


yoEn la isla Bomba viven unas 9.000 personas, pero vive al margen, ignorada por el Estado colombiano. Desde la isla, el irregular telón de fondo de los altos hoteles y los llamativos apartamentos de Cartagena domina el horizonte. Sin embargo, en la isla, mucha gente no tiene agua corriente y pocos servicios básicos, como alcantarillado y suministro de energía.

El gobierno colombiano lleva mucho tiempo prometiendo poner en marcha un servicio de recogida de basura, pero los vecinos afirman que nunca se ha puesto en marcha nada al respecto. En su lugar, una empresa privada francesa recoge la basura de forma aleatoria con un pequeño tuk-tuk descapotable que aparece de forma irregular a lo largo de la semana.

Dos niños caminan por Tierra Bomba. Algunos isleños aún no tienen agua corriente

Para llenar el vacío de servicios públicos, Amigos del Mar también lleva adelante un programa local de apoyo educativo, que ofrece clases extracurriculares sobre medio ambiente, cuestiones sociales e inglés. El año pasado, el programa ayudó a 271 niños.

“Los desechos en el suelo tienen valor, y ese incentivo permitió un cambio positivo en la comunidad”, dice Salazar, sentado en la playa de El Laguito, una popular zona turística de Cartagena en el continente frente a Tierra Bomba, con sus gafas de sol deportivas cromadas reflejando las olas.

Está viendo el tour de standup paddleboarding de la Copa América, en el que compiten dos de sus ex alumnos de Tierra Bomba, protegidos de Amigos del Mar.

“Queremos ser un buen ejemplo para la isla”, dice Leimer Morales poco antes de competir. “Así como yo pude salir adelante, otros también pueden hacerlo. No sé dónde estaríamos sin el surf. La vida sería muy difícil, tal vez estaríamos perdidos”.

Participantes en la competencia de paddleboarding de la Copa América en Cartagena

Sin embargo, Salazar y la comunidad local de Tierra Bomba no pueden hacer mucho más. Anteriormente, Amigos del Mar operaba un banco de plástico, donde los residentes podían entregar las tapas de botellas que recolectaban a cambio de artículos para el hogar y productos como licuadoras, ventiladores, tostadoras, ollas e incluso arroz. Pero ese proyecto está suspendido.

El proyecto Olas Paz también se ha estancado, ya que se ha visto inundado de plástico. La sede de la organización en Tierra Bomba está repleta de tapones recolectados. Las piscinas están llenas de una mezcla de tapas de colores, grandes bolsas repletas de kilos de tapones se apilan en una habitación trasera y cientos de otras se han utilizado como elementos decorativos o caminos.

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“El proyecto era tan, tan bueno que se nos fue de las manos, algo que no esperábamos”, comenta Salazar.

Pedro Salazar, fundador de Amigos del Mar, hablando con su equipo antes de una limpieza de playa

“Empezamos con unas 20 personas, que nos trajeron unos 2 o 3 kilos de tapones de plástico en los tres primeros meses. De repente, en siete meses, teníamos casi 18 toneladas de tapones de plástico y más de 370 personas implicadas en el proyecto.

“Tuvimos que detenernos y repensar cómo gestionarlo porque nuestra producción de aletas de surf y [the machines that make them] simplemente no podemos afrontarlo”.

Las familias locales que participaron en el programa continúan recogiendo y almacenando tapas de botellas en sus casas, contentas con ayudar a limpiar las calles y con la esperanza de que el programa pueda volver a cobrar vida pronto.

El problema del plástico en la isla se ve agravado por el turismo masivo que recibe Cartagena. El popular destino turístico recibió alrededor de 624.000 turistas en 2023, un aumento del 35% en comparación con el año anterior, según cifras del gobierno local.

Francisco Castillo, asesor ambiental de la Alcaldía de Cartagena, señala: “El uso del plástico es uno de los temas que tenemos que trabajar, ya que ha provocado que el plástico acabe predominantemente en nuestras playas, principalmente por culpa de los turistas y visitantes, y estos plásticos no se eliminan adecuadamente”.

Castillo admite que faltan infraestructuras, como instalaciones de reciclaje, para hacer frente a la contaminación plástica, y reconoce que el ayuntamiento no siempre prioriza el problema.

Pero, dice: “Con nuestra administración actual, la agenda gira enteramente en torno a cuestiones ambientales”.

Magnelis Torres y su tía juntan tapas de botellas recolectadas en Tierra Bomba para reciclarlas

La contaminación por plásticos es uno de los problemas ambientales más graves a nivel mundial. En Colombia se estima que se producen anualmente 700.500 toneladas de envases plásticos, de las cuales solo el 30% se recicla en nuevos envases, según WWF.

Las estadísticas varían, pero un estudio de 2019 de la Universidad Tecnológica de Panamá reveló que el mar a lo largo de la costa caribeña de Colombia contiene cuatro veces más microplásticos que las playas a lo largo de la costa pacífica del país.

El Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras del gobierno ha reportado un aumento de microplásticos a lo largo de las costas del país, y en 2019 encontró hasta 8.000 fragmentos de microplásticos en un litro de agua y 1.000 trozos de microplástico en un metro cuadrado de playa en las costas del Caribe y el Pacífico.

Merk Morales fija aletas hechas de plástico reciclado a una tabla de surf.

Para mitigar los crecientes niveles de contaminación plástica, el gobierno colombiano implementó recientemente una nueva ley para prohibir ocho tipos de plásticos de un solo uso: bolsas de plástico en supermercados; bolsas para empacar frutas y verduras; envases plásticos para revistas y periódicos; bolsas para ropa lavada; soportes para globos; hisopos de algodón; pajitas; y agitadores.

Castillo celebra esta medida como “definitivamente una solución” si su implementación puede aplicarse rigurosamente.

Al igual que Salazar, Castillo dice que los esfuerzos del ayuntamiento se han centrado en la educación ambiental con la esperanza de cambiar los hábitos nocivos de eliminación de basura que muestran los lugareños y los turistas, así como invertir en proyectos de reciclaje de economía circular.

“Esta tarea tiene mucho que ver con el tema de la educación ambiental”, dice Castillo. “Es un ejercicio lento, que requiere paciencia, pero hay que trabajarlo”.



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