El perro que no ladraba

Por A. Mc

Los políticos se enfrentan a una elección nada envidiable al tratar con el Servicio Nacional de Salud británico, basado en los impuestos. Si lo financian pero no lo reforman, se encontrarán frente a una inflación galopante en el sector de la salud y a la acusación de haber aumentado el gasto sin resultados proporcionales. Si lo reforman, se les acusa de “intromisión” (lo que a menudo refleja el resentimiento de las enfermeras y los médicos ante cualquier intento de exprimir la eficiencia de un sistema irregular). Probablemente la combinación más desalentadora fue la que intentó David Cameron: instigar ajustes estructurales radicales, al mismo tiempo que la austeridad exigía ahorros de eficiencia de 20.000 millones de libras en cuatro años, de 2001 a 2015, para asegurar el mismo nivel de cobertura para una población que envejece. Pocos creen que esto haya funcionado.