Este es el hotel perfecto para parejas. Debería saberlo, porque me comprometí allí.

Al entrar, vi una roca hueca gigante en la playa llena de hielo y una botella de champán. Yogi me entregó una corona de flores y un ramo blanco, ambos hechos a mano por ella misma, pero aun así, el guiño nupcial no me llamó la atención. Sorprendida y un poco confundida por lo que pensé que era una despedida increíblemente dulce pero innecesariamente extravagante por parte del personal del hotel (había dos tumbonas, una manta con almohadas y dos copas de champán colocadas junto a una bandeja de canapés, y nuestros nombres estaban escritos entre corazones en la arena), me volví hacia mi novio, esperando una mirada igualmente desconcertada en su rostro. En cambio, estaba de rodillas sosteniendo una caja azul oscuro con un brillante anillo de trilogía de corte princesa en el interior. El cielo estaba rosa y morado, y el sonido de las olas rompientes se había calmado a tiempo para que me pidiera que fuera su esposa. Todavía estaba en estado de shock, todavía procesando cómo había estado conspirando en secreto con el personal del resort durante toda la semana para lograr esto.